jueves, 20 de abril de 2017

Bondad y maldad en una salchicha

¿Es usted de las personas que le gusta comer embutidos? ¿alguna vez ha bromeado sobre la procedencia de algunas carnes, diciendo que es de niño perdido o de habitantes de calle? Pues bien, son chistes crueles que tal vez algunas personas dicen sin considerar su verdadero origen…

Si no gusta de comer carne, igual este articulo hará que su occipucio se estremezca con las atrocidades que el ser humano es capaz de hacer.

Un 10 de agosto de 1870, en el seno de una familia granjera nace en Polonia Karl Denke, un personaje que marcaría la vida pública de la postguerra. Karl fue descrito en su infancia y adolescencia como un chico problemático, empezando porque no aprendió a hablar sino hasta cumplir la edad de 6 años, con problemas familiares y en su escuela, lo que lo llevo a escapar de su casa a los 12 años para vivir bajo su propia responsabilidad trabajando como aprendiz de jardinero.

Sin embargo, no logra una estabilidad económica sino hasta los 25 años, cuando muere su padre y Karl recibe una cuantiosa suma de dinero como parte de la herencia, con la cual compra un terreno para dedicarse a la agricultura, aunque debido al poco éxito de esta idea, Denke vende el terreno y adquiere una casa en Münsterberg (hoy en día Ziebice), en la cual acogía a personas necesitadas.

Debido a la labor social y responsable que cumplía, sumado al hecho de que era una persona muy devota y servicial, que no bebía ni establecía relaciones cercanas con mujeres, lo convertían en una persona muy apreciada por la comunidad, tanto así que era reconocido como el “Vatter Denke” o “padre Danke”. Pese a su relativa estabilidad económica para poder cumplir con las labores sociales, la llegada de la Gran Guerra terminó afectándole también, llevándolo a vender la casa y habitar en ella como inquilino. 

 Casa de Karl Denke en Münsterberg, Polonia.

La buena reputación que mantuvo acogiendo en su morada a personas sin hogar, hizo que la policía le brindara una licencia de vendedor para poder tener un ingreso que le permitiera suplir sus necesidades. Danke aprovechó para empezar a vender cinturones, tirantas, cintas, cordones de zapatos y escabeche de cerdo sin hueso (son como conservas precocidas, condimentadas y mantenidas en vinagre), y también a entregar frecuentemente conservas de carne y salchichas a las personas que lo necesitaran, manteniendo su reputación sin que se le preguntara por la procedencia de sus productos, pues para ese tiempo en que cesó la Gran Guerra y comenzó la Segunda Guerra Mundial, la situación en varios países de Europa fue tan precaria que inclusive comer era un privilegio de pocos.

No fue sino hasta el 21 de diciembre de 1924, cuando Gabriel, inquilino de la casa donde vivía Karl, atendió un llamado de auxilio proveniente de la habitación del “padre Denke”. Allí encontró a Vincenz Oliver, un joven vagabundo que tenía en su cabeza una herida mortal, pero que debido a la ayuda de Gabriel pudo ser atendido para que este no muriera y pudiese contar a las autoridades lo que durante su agonizante dolor había dicho. Resulta que el “Padre Danke” asesinaba a personas sin hogar propinándoles golpes con un hacha en la cabeza, para luego desmembrarlos y hacer sus deliciosas carnes y productos en cuero. 
 Habitación de Karl Denke y utensilios donde se encontró carne humana. 

Aunque debido a su buena reputación, los policías dudaron que se pudiera tratar de un comportamiento de Karl, por lo que acudieron a él para preguntar por la herida en la cabeza que tenía Vincenz, a lo que Danke responde que se trató de un episodio en el que él se encontraba defendiendo sus cosas de un ladrón (Vincenz). Como medida preventiva, Karl es privado de su libertad, pero su reacción fue ahorcarse dentro de su celda antes de que se pudiera investigar más a fondo sobre el incidente con Vincenz aquel día.

Los productos en cuero, la carne y los huesos encontrados en su habitación fueron analizados para determinar su procedencia, pues al examinar la habitación encontraron una lista de nombres y fechas, y un cajón lleno de ropa ensangrentada que hizo pensar a los policías que se trataba de personas asesinadas allí, así se pudo establecer que, en efecto, las carnes y productos pertenecían a las personas de la lista. 
Listado de nombres de las víctimas con fecha del asesinato. 

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sábado, 15 de abril de 2017

Los Chinchorro: las primeras momias artificiales

Cuando un miembro de la tribu Chinchorro, habitantes de la costa del desierto de Atacama en Chile, muere se realiza un ritual para que éste pueda llegar hasta el más allá. 

El ritual inicia cuando los miembros restantes de la tribu toman hachas y cortan los brazos y piernas del que acaba de partir. Con el torso intacto toman cuchillas que son utilizadas para desprender la piel que luego ponen a secar al sol en medio de la arena, apenas se puede reconocer al que acaba de partir, quien ahora tiene los músculos al descubierto.

De los Chinchorro se conoce poco, pero se especula que eran caníbales, pues luego de poner a secar la piel al sol retiran los músculos y vísceras que eran alimento a animales carroñeros e incluso eran consumidos por miembros de la tribu, quienes creían que alimentándose de los restos del recién fallecido obtenían la fuerza y sabiduría que este había demostrado en vida.

Con los músculos y las vísceras fuera del camino sacan los huesos, los limpian y los ponen al fuego para así fortalecerlos y posteriormente, bañarlos en carbón y cenizas. El cuerpo ahora está totalmente desintegrado, listo para armarlo de nuevo como si se tratara de un rompecabezas. Para lograr esto, era necesario anudar todos los huesos entre sí con alambre y reforzar las articulaciones con palos. También ponían varas para juntar los brazos, las piernas y en lugar de la columna.

El esqueleto estaba nuevamente armado, ahora era momento de darle volumen con arcilla gris, hasta que tomara el aspecto del difunto en cuanto a forma, peso y tamaño. La piel, ya seca, era puesta encima de la arcilla y cosida para terminar poniendo una capa de manganeso sobre todo el cuerpo con el fin de brindarle dureza.

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La primera momia que se encontró de esta cultura fue la de un niño en Valle de Camarones y data del año 5050 a.C. 

Tal vez el trabajo más difícil era modela la cara. Uno de los miembros de la tribu se encarga de hacer una mezcla de barro con manganeso para formar la cara, lo más parecida al que acaba de morir, mientras tanto, las mujeres tejen una peluca hecha con cabello humano que luego le es puesta a la cara moldeada. Finalmente, ponen la piel, hacen los orificios de la boca y la nariz y modelan los órganos genitales, la pieza final de la obra de arte que será enterrada a sólo 10 centímetros de profundidad en la costa…

La descripción que acaba de leer corresponde a la llamada Momia Negra, tan solo una de las formas que tenía la cultura Chinchorro para trasladar a sus muertos al más allá. También se tienen registros de la Momia Roja, a la que solo se le hacían incisiones en el estómago, la ingle y los tobillos para extraer los órganos y la musculatura y poner en su lugar madera, tierra, pluma y arcilla, y terminar poniendo una capa de barro color rojizo sobre todo el cuerpo. Otras veces, estas momias eran vendadas con piel humana o piel de lobo marino.

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Momia Negra Chinchorro

Esta historia se hizo popular, cuando en 1983, en la ciudad de Arica, Chile, miembros del servicio de aguas de la ciudad encontraron un entierro con más de 96 momias en el cerro de Morro.